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Yo soy Gregorio VII


Mi nombre es Hildebrando Aldobrandeschi pero este es mi nombre secular… al convertirme en Papa me denominaron con el nombre de San Gregorio VII , pero antes de ser Papa estuve en mucho menor rango, primero adquirí experiencia en la política romana como secretario del papa Gregorio VI desde 1045 a 1046 y luego fui tesorero de León IX desde 1049 hasta 1054. Bajo los pontificados de Nicolás II y de Alejandro II en años posteriores, se me perfiló como uno de los hombres más influyentes de la Curia papal, representante de la corriente reformista.

En 1073 fui elegido Papa y se me consagró a la que desde entonces se conoce como «reforma gregoriana»: un esfuerzo por elevar el nivel moral del clero, al mismo tiempo que trataba de encuadrar mejor a los fieles, defender la independencia del Papado frente a las restantes monarquías y reforzar la supremacía de la autoridad romana sobre las iglesias «nacionales» occidentales (después del gran cisma que había protagonizado la Iglesia de Oriente en 1054).

Todos estos objetivos eran los que veníamos defendiendo nosotros los reformistas católicos desde que los propusiera León IX, me dicen que se me distinguió por la intransigencia y la energía con que los defendí. Y fui yo, en el Concilio de Roma de 1074, el que proclamó el celibato de los eclesiásticos que todavía perdura en la Iglesia católica. Continúe la lucha de mis predecesores contra la simonía, prohibiendo a los laicos conceder cargos eclesiásticos (en la línea de Nicolás II, que había decretado en 1059 la elección del papa por los cardenales, sin intervención del emperador ni la nobleza romana). En el tajante Dictatus papae de 1075 afirme que sólo el papa podía nombrar y deponer a los obispos como cabeza de la Iglesia; y llevó su autoritarismo hasta el punto de defender que también correspondía al papa la designación de los reyes, por tener éstos un poder delegado de Dios.

Estalló entonces la «Querella de las Investiduras» (1075-1122), en la que el Papado se enfrentó con el Imperio a propósito de la investidura de los obispos: el emperador Enrique IV declaró depuesto al papa y declare depuesto y excomulgado al emperador (Concilio de Letrán, 1076). Éste, temeroso de perder la fidelidad de sus súbditos, se avino a hacer penitencia en Canosa hasta que le levante la excomunión en 1077; pero para recuperar la Corona imperial hubo de emplear la fuerza contra los príncipes alemanes, provocando una nueva excomunión en 1080. Marchó entonces sobre Roma, me depuso y me sustituyó en el Trono papal por el antipapa Clemente III, quien le coronó emperador en 1084.

Resistí asediado en el castillo de Sant'Angelo hasta que vinieron a rescatarme los normandos de Sicilia, en cuyos dominios morí poco después. Fracasaba así el intento de imponer el Papado sobre los poderes seculares, aunque la misma política sería sostenida por mis sucesores y honrada por la Iglesia de la Contrarreforma al canonizarme en 1606.


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