Ulrico Zuinglio
Mi Nombre es Ulrico Zuinglio nací en Wildhaus, Suiza el 1 de enero de 1484.
Fui el líder de la Reforma Protestante suiza y el fundador de la Iglesia Reformada Suiza. Al estudiar las Escrituras desde el punto de vista de un entendido humanista, llegue, de manera independiente, a conclusiones similares a las de Lutero.
En mis primeros años Cursé la educación básica en Weesen, bajo la tutela de mi tío Bartolomeo. Antes de ir a la Universidad de Viena, cursé algunos estudios en Berna. Fui a Viena en 1499 y más tarde me inscribí en la Universidad de Basilea, donde hice un posgrado en 1504 y un doctorado en 1506.
Fui presbítero en Glarus, tras graduarme como doctor en teología (1506). Allí estudie griego y hebreo, leí a Erasmo de Róterdam y llegue a la conclusión que muchas de las doctrinas de la Iglesia estaban en contradicción con las enseñanzas del Nuevo Testamento.
Mi persona desarrollo mi aversión al servicio mercenario de mis compatriotas durante este período. A partir de 1512, la Confederación Suiza envió diversos contingentes armados a sueldo del Papa para luchar contra la corona francesa en Lombardía durante la guerra de la Liga de Cambrai. Fui testigo de los sucesos al ser capellán del contingente del cantón de Glaris, asistiendo a las victorias de Pavía y Novara, pero también a la derrota sufrida por los confederados en Marignano, a partir de la cual mi prédica contra el servicio armado se tornó más consistente.
Mi Reforma, a pesar de sus evidentes puntos de conexión con Lutero, presenta también características propias de parte mía. Mientras el fin de Lutero era suprimir las indulgencias o bulas (El Evangelio vendido), yo sólo acepta como Iglesia aquello que aparece en las Escrituras. De ahí que las iglesias reformadas sean en gran modo iglesias de la palabra, del verbo, donde no encontramos decoración alguna (fuera de textos bíblicos), una liturgia exigua e inicialmente tampoco música alguna.
Mi piedra angular en mi teología fue la Biblia. Apele constantemente a la Escritura en mis escritos. Puse la autoridad de la misma sobre otras fuentes, tales como los concilios ecuménicos o los Padres de la Iglesia, aunque no dudaba en usar otras fuentes para apoyar sus argumentos. Los principios que guiaron las interpretaciones de mi persona se derivan de su educación humanística y de su entendimiento, a la luz de la Reforma, de la Biblia. Modificando una interpretación literal de un pasaje, ponía atención al contexto inmediato y trataba de entender el propósito detrás del mismo. Comparé pasajes de la Escritura y usó analogías, un método que describe en Una Exégesis Amigable (1527). Dos analogías que utilicé con bastante efectividad fueron entre el bautismo y la circuncisión y entre la Pascua y la Eucaristía.
Me gustaba escuchar música y sabía tocar varios instrumentos, incluyendo el violín, el arpa, la flauta, el dulcimer y el trompa de caza. Algunas veces divertía a los niños de la congregación con el laúd y era tan conocido por mis interpretaciones que mis enemigos se burlaban de mi como "el evangélico tañedor del laúd y el pífano".